Durante varias décadas, Colombia ha enfrentado un persistente problema relacionado con el tráfico de drogas.
El país fue testigo del surgimiento de uno de los personajes más peligrosos y destructivos a nivel global: Pablo Escobar, oriundo de Medellín, dejando una huella difícil de borrar en la nación, que se destacó en casi todos los continentes como el principal exportador de cocaína.
Diversos gobiernos han tenido que confrontar este problema, empleando políticas antinarcóticos diversas. Aunque ha sido un desafío, algunos han logrado éxito mediante acciones de erradicación y ataques a redes de microtráfico.
Una de las políticas antidrogas más controvertidas ha sido la del actual gobierno, liderado por el presidente Gustavo Petro. De hecho, recientemente la Fiscalía General de la Nación expresó su falta de respaldo a la propuesta, argumentando la ausencia de objetivos y acciones que combatan el narcotráfico.
A través de un tuit, el mandatario afirmó que el mercado de la cocaína ha experimentado cambios internos y que las rutas ahora son diferentes. En el pasado, algunas rutas se dirigían hacia el norte a través del océano Pacífico o el Caribe. Estas rutas atravesaban Centroamérica y México para llegar a su destino final en Estados Unidos.
Ha cambiado la estructura del mercado de la cocaína. Las áreas de cultivo de plantas de Coca y la localización de laboratorios buscaban trazar rutas hacia el norte por el oceano Pacífico o hacia el Caribe. Las rutas recorrían centroamérica, las islas del Caribe y México hacia…
— Gustavo Petro (@petrogustavo) August 12, 2023
Según el presidente, las rutas ahora apuntan al sur. «Abandonan las costas y penetran hacia el otro lado de la cordillera de los Andes, adentrándose en la selva amazónica». Esto implica que la principal región productora de coca ya no sería Tumaco ni Catatumbo. La nueva área de producción masiva de cocaína estaría en una franja de 10 kilómetros a lo largo de la frontera colombo-ecuatoriana, en el lado colombiano.
El mercado de la cocaína se habría desplomado en Estados Unidos, siendo reemplazado por uno aún más perjudicial, el del fentanilo. El presidente afirmó que esta droga cobra la vida de 100.000 personas al año en Estados Unidos, en comparación con las 4.000 personas fallecidas por mezclas venenosas de cocaína en el mercado clandestino.
«Es por esta razón que el precio de la hoja de coca en las áreas destinadas a la exportación hacia EE. UU. ha disminuido, lo que lleva a que los grupos armados en esas regiones compensen las pérdidas de ganancias de la cocaína con oro ilegal, extorsión y secuestro contra la población local», añadió. El presidente destacó el continuo y agravante fracaso en la lucha antidrogas. Sin embargo, mantuvo un enfoque optimista respecto al fentanilo, debido a la incapacidad industrial de Colombia para producir este componente, lo que podría evitar la «geografía narcotraficante».
Entre las estrategias de la administración para enfrentar el posible consumo de fentanilo se incluye la instalación de puntos de detección gratuitos para consumidores en áreas de entretenimiento, educación sobre los efectos letales de esta droga y una estrategia concreta de salud pública.
Además, aseguró que el fentanilo se camufla detrás de otras drogas, lo que puede aumentar la adicción del consumidor a ellas.
«De la marihuana del capitalismo del bienestar y su juventud rebelde, pasamos a la cocaína, la droga de la competencia y el neoliberalismo; y ahora entramos en la droga de la muerte, el fentanilo: la droga del capitalismo en tiempos de crisis climática y guerra», concluyó.
*Con información de SEMANA.